sábado, 8 de febrero de 2014

Memorias de Iván Ilich.

   Mi enfermedad me estaba consumiendo. Mi vida se dirigía a su fin a pasos agigantados. Sentía que cada punzada de dolor, era un minuto menos... y ya llevaban transcurridos muchos minutos. Sin embargo, el abrazo de mi hijo parecía revivirme. Aquellas blancas y finas manos que rodeaban mi cuello eran las que acariciaban mi rostro hasta que conseguía conciliar el sueño.
   Vasya era el único que se preocupaba  por mi estado de salud. Cada vez que me preguntaba cómo estaba, intentaba reunir las pocas fuerzas que me quedaban para esbozar una escueta sonrisa y responder un apenas audible "mejor". Aquel simple acto parecía alegrar a mi pequeño y pegando saltos por todo el salón repetía: "¡Ya verás qué pronto podremos volver a correr juntos por el campo!"  Aquello, os lo juro, me rompía por dentro.

                                                                                                                                       SARA